Por lo general, toda guerra se suele perder o se está en trance de ello, más temprano que tarde, cuando no hay un líder definido, bien visible, que arrastre a sus fuerzas, o bien cuando aquel, si existe, deja de serlo por su falsedad o, cuando desaparecido, por cualquier causa, eliminación física por el enemigo, pérdida de su carisma, etc., no hay, en la rebeldía, quien le sustituya.
Un liderazgo bélico que puede o no tener que ver, como soporte, con un liderazgo político anterior, puesto que no es una condición sustancial cuando se entra en la situación límite que supone toda guerra, aquella en la que se aplica con todo su pragmatismo el «aquí y ahora de que se trata».
Un liderazgo que, a pesar de su existencia, puede no ser suficiente para ganar una guerra cuando se falta a alguno de los principios fundamentales del arte de la guerra: voluntad de vencer, libertad de acción y capacidad de ejecución.
Un liderazgo que no resuelve nada cuando se compara con el posible del enemigo dentro de lo que antes se llamaba el orbat, el orden de batalla, que nos daba a conocer a los mandos de los enemigos para saber, a través de su formación y cualidades, sus formas de pensar y de actuar en la guerra al objeto de mejor oponernos a ellos.
Un liderazgo que lo mismo que se gana se puede perder durante el conflicto armado, bien a manos del enemigo o de la comunidad internacional cuando esta quiere dirigirle a su antojo de acuerdo con sus intereses, razón por la que se ha de cuidar todo ensalzamiento que no provenga de su propio pueblo; o bien, cuando el mismo trata de mantenerse como tal en la base de una propaganda estructurada con medias verdades, mentiras o incluso fake news, cosa posible en toda guerra.
Situaciones que pueden llevarle a la transformación, perdiendo su liderazgo, en un «dios falso», en un «dios caído» ante el fracaso de sus propuestas.
De todas formas, de lo que se trata a fin de cuentas es que la acción colectiva que supone actuar en una guerra se haga bajo un liderazgo fuerte contra la voluntad hostil del enemigo, con el objetivo de que su pueblo no sea derrotado
En el caso concreto de una invasión armada, mirando hacia atrás en la historia, la respuesta del país invadido se abre generalmente a tres posibles caminos: aquel de la sumisión, aunque no condicional; el del enfrentamiento directo o guerra; o, por último, dependiendo de la diferencia de fuerzas a favor del invasor, el de la insurgencia cuando el ejército del invadido se considere derrotado (antes podría pasar por una combinación de la acción armada de las fuerzas regulares y aquella de unas milicias o insurgencias).
En todas ellas, pero sobre todo en las dos últimas, se requiere por parte del invadido el apoyo de una idea fuerza, que movilice y guíe en la dirección correcta (la mejor para su país) de la mano de sus dirigentes (en cabeza, su presidente) a toda la ciudadanía, sin excepciones (sea cual fuere su color político durante la paz); idea fuerza que puede evolucionar dependiendo del tiempo y de la naturaleza del conflicto, sumándose a otras derivadas, para que, a pesar del caos que toda guerra genera, se mantenga la moral del invadido, su unidad y su fortaleza. Y para ello se precisa de un líder en torno al cual se asegure el desarrollo de la misma.
Es decir, unidad y fortaleza de todo un pueblo en torno a un líder unido a una idea o conjunto de ideas que, caracterizadas por su simplicidad y su veracidad alcancen a todos los invadidos y sean capaces de provocar una acción colectiva contra el invasor manteniéndola en el tiempo a pesar de todas las fake news enemigas en su contra.
Un líder cuyas características generales, aún permanentes, ya eran definidas 500 años antes de Cristo por el especialista militar chino Sun Tzu, aplicado a ganar las guerras apoyado en el liderazgo de los ejércitos. Así señalaba, como condiciones para ser una gran líder: la necesidad de predicar con el ejemplo, de no huir del frente y estar en la primera línea, de creer en sí mismo, de conocerse a sí mismo, así como al enemigo al que se enfrenta, y, de saber aprovechar las oportunidades en la guerra, guerra que siempre estará llena de incertidumbres.
Volodímir Zelenski, un líder insospechado
Guiados pues por lo expuesto, resulta cierto entonces y sorprendente, dado el origen profesional y político del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, su transformación en el líder bélico ante la invasión de Rusia a su país; un líder considerado por aquellos que le ven como la personalidad decisiva para Ucrania en estos momentos, un líder pues decisivo que aúna los deseos y la responsabilidad de todo su pueblo, un líder admirado por ello, nacional e internacionalmente, en un momento en el que es difícil encontrar líderes como él.
Así pues, es cierto que todo coincide con Sun Tzu, ya que Zelenski está predicando con el ejemplo, puesto que no ha huido de su cargo ni de su país, que se conoce bien, así como al enemigo ruso, que sabe aprovechar cualquier oportunidad que se le brinda a favor del pueblo ucraniano, tanto en clave interna como foránea.
Sin embargo, los principios fundamentales del arte de la guerra, salvo aquel de la voluntad de vencer, emanada de su figura y extendida a su pueblo, en cuanto firme propósito de imponerse al adversario, en este caso al invasor ruso, para rechazarlo y expulsarlo de su país a pesar de toda situación desfavorable, pueden no estar siendo del todo cumplidos; por ejemplo, aquel de la libertad de acción en contra de los planes del adversario, y de la capacidad de ejecución, adecuando todos los medios disponibles para el enfrentamiento. Principios pues, segundo y tercero que se pueden ver un tanto mermados, aunque no del todo, por la acción del ejército ruso.
En la invasión de Rusia a Ucrania, enmascarada bajo la expresión de «operación especial para desnazificar Ucrania», se puede encontrar un ejemplo de lo afirmado respecto al liderazgo ucraniano. El actual presidente «por accidente» de Ucrania, Volodímir Zelenski, actor cómico, del que no se creía que fuera capaz de ralentizar la invasión rusa, una invasión que se preveía rápida y definitiva, convertido ahora en «el símbolo de la resistencia a la invasión rusa», corriendo opiniones a su favor en una situación tan difícil para su país: «es un orgullo tenerlo como presidente en estas circunstancias», «se está comportando como un presidente de verdad»…, según afirman diversos analistas; aún así también hay algunas posiciones contrarias, no mayoritarias, por parte de quienes consideran que amén de llamar a la lucha, está provocando a los rusos, al tiempo que trata de negociar con ellos sabiendo que aquellos no quieren negociar.
Con su conocimiento de los medios como actor sabe exactamente la imagen y las palabras con las que se debe dirigir a su pueblo para motivarle a actuar. Y así, en estos momentos cruciales «Zelenski se ha crecido en sus apariciones televisivas: firme, directo, entero pese a estar sitiado por un ejército». Efecto contrario a quienes esperaban que huiría del país a las primeras de cambio.
Al margen de que tanto el pueblo ucraniano como su ejército, milicias e insurgentes armados, reciban o no ayudas foráneas, Zelenski, por encima de ellas, busca la unidad en la resistencia activa a la invasión a pesar de los daños sufridos. Y de ahí sus llamamientos contantes: a su pueblo, a su ejército y a los rusos. Así, un «atípico presidente», «no solo decidió quedarse con su pueblo en medio de una «gran guerra», sino que los anima a seguir en las trincheras para luchar» a través de las redes sociales con una «narrativa de resistencia» que expone en primera persona.
Estamos pues, ante una acción colectiva, aquella de oposición activa al invasor, impulsada por el presidente ucraniano como líder de la misma desde un frame (marco) inicial de antes de la guerra, aquel manifestado en una de sus obras, la serie en tono de sátira política Servant of the People: «Ucrania está unida, esta es nuestra victoria»; una unidad necesaria para dar respuesta en unidad de acción de todos los ucranianos a la invasión rusa. Hay pues, en su base, una conciencia, que se comparte por todo el pueblo ucraniano, de la existencia de un problema a nivel nacional: el ruso. Conciencia que impulsa una acción colectiva uniendo la respuesta política, a la militar y la civil.
Una acción colectiva de muchos, motivada por un líder inspirador que domina las redes sociales y que sabe bien como interactuar con los componentes del grupo (el pueblo ucraniano), basada en la existencia de una identidad común, en la visión también común del problema, en la necesidad perentoria de actuar contra la acción armada rusa, acción de carácter expansivo (incluso al ámbito internacional), heterogénea, en la que nadie tiene privilegios (todos son iguales), en la que no hay rivalidad entre los actuantes y que no excluye a nadie, que se hace cada vez mayor, con un gran coste, no solo individual sino colectivo: ser víctima de la guerra y tener que pagar a largo plazo las consecuencias de la misma; incluso, aunque no se diga, el coste a pagar, por aquellos que traicionan la causa general, generalmente con prisión o con su vida (unos no participantes que no son invisibles dada la vigilancia entre unos y otros en esta situación de guerra).
Es claro entonces que el marco inicial de esa acción colectiva ha ido evolucionando desde aquella victoria de la Ucrania unida, al compás de la situación bélica y la respuesta a la misma, pero que no cambia la acción colectiva inicial de reacción a la invasión rusa, sino que la refuerza uniendo a fuerzas dispares (algunas no tan democráticas como se pretenden presentar a Europa).
Así, frente a la dureza de los ataques rusos se mantiene con fuerza el marco de referencia y el objetivo de la acción colectiva del pueblo ucraniano: luchar en unidad y resistir para vencer, de ahí el lema de «no bajaremos las armas», recordando al tiempo que «estaremos defendiendo a nuestro país, porque nuestra arma es la verdad, y nuestra verdad es que es nuestra tierra, nuestro país, nuestros hijos, y defenderemos todo esto», es decir, uniéndolo a aquel inicial de «Ucrania está unida…» y que ha propiciado que cuando las tropas rusas ocupan alguna localidad, los ocupados civiles desarmados, con banderas ucranianas, se enfrenten juntos, a pesar de una posible respuesta violenta (como así ha sido en más de una ocasión) por parte de los soldados rusos, en manifestaciones bajo el lema de «rusos fuera».
Y que incluso en el exterior, recogiendo las motivaciones de la acción colectiva ucraniana (en ocasiones con el apoyo de los ucranianos que viven en el extranjero), algunas de las frases de Zelenski hayan servido, fuera de Ucrania, para enfrentarse popularmente a la dialéctica rusa de las armas uniéndolas, en sus manifestaciones de protesta, al «no a la guerra» y a todo tipo de acusaciones contra el presidente ruso, Vladímir Putin. Un «no a la guerra» que se ha convertido en el lema [movilizador] de personas en todo el mundo que se manifiestan contra la guerra entre Rusia y Ucrania (aunque luego algunos, a nivel político, no actúen en consonancia) y que está siendo una revolución tanto en las calles como en las redes sociales.
El presidente y la acción colectiva ucraniana
En resumen: una acción colectiva de respuesta a la invasión rusa por parte Ucrania que fue iniciada por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, como líder de su pueblo, a través de sus lemas difundidos en las redes sociales; lemas reforzados continuadamente con sus discursos; discursos ampliamente difundidos tanto en el ámbito nacional como en el internacional (haciendo en este caso de efecto llamada a la intervención bajo cualquier forma contra las intenciones rusas).
Acción colectiva que se expandió por todo el pueblo ucraniano (incluso fuera de él) por la necesidad de una respuesta colectiva a la invasión armada rusa.
Una acción colectiva que favorece, en unidad de acción, la resistencia a la citada invasión por parte de un pueblo, el ucraniano que ya no cierra ni los ojos ni los oídos ni la boca ante lo que está ocurriendo.
Acción colectiva que ha alcanzado el objetivo de resistir el embate ruso y de combatirle, y, asimismo, enfrentarse a su propaganda y a sus fake news.
Acción colectiva que presumiblemente pudiera haber surgido sin Zelenski, pero que tal vez no se hubiera producido con tal inmediatez.
Acción colectiva que va evolucionando según los cambios de la situación, pero manteniendo siempre la idea base inicial, que por lo tanto no deja de tener sentido, habiéndose consolidado en la población ucraniana; población que no acepta la rendición que se le pide por parte rusa, ni siquiera una negociación que se plantee bajo ese término. Una población que, considerando que Rusia no va a ganar la guerra, acepta la posibilidad de seguir actuando sola contra las fuerzas rusas a través de la insurgencia.
Una acción colectiva que está empujando constantemente a las entidades europeas y foráneas a una respuesta que, aunque no unitaria y asfixiada por el miedo a una III Guerra Mundial, busca salir del paso (autoconvenciéndose de su eficacia) a través de apoyos indirectos y no tan directos al pueblo ucraniano, junto a propuestas diversas, siempre de carácter político y económico, de rechazo a la invasión armada rusa.
Una acción colectiva que, dirigida por su presidente Zelenski, ha convencido a su pueblo de la posibilidad de vencer a las fuerzas rusas, y como consecuencia al presidente ruso Putin (de ahí los intentos de asesinato), aunque tal victoria conlleve pérdidas territoriales y un gran sufrimiento para el pueblo ucraniano, sufrimiento a superar tanto ahora como tiempo después.
Sufrimiento que, en su superación, irá ya siempre acompañada, pase lo que pase, de aquellas ideas, esencia de su lucha: “UCRANIA ESTÁ [y sigue] UNIDA. ESTA ES NUESTRA VICTORIA”, “NO BAJAREMOS [nunca] LAS ARMAS” y “RUSOS [siempre] FUERA”.
No estoy de acuerdo con el artículo del Coronel Fernando Pinto. El Zelensky-líder es sólo un personaje creado por los medios de comunicación europeos para la película de Buenos y malos que nos están vendiendo.
En que pais vive el Sr. David ? si es en Europa, no conoce la historia ( 77 años de paz en europa ) si es en otra parte del planeta, ( vive en la ignorancia ). o es de esos, que nada les satisface, reniega de todo, etc. total un INAPTADO, en este mundo.